Columna de Opinión
05-03-2014
DE MANOS UNIDAS A CONTRICANTES: EL DILEMA DE LA PAZ
Por: Gloria Sandoval
Por estos días, se ha dado de que
hablar sobre el expresidente Álvaro Uribe Vélez, especialmente por su
participación en el Partido Centro Democrático. El hombre del inmemorable lema
“Trabajar, trabajar y trabajar”, ha sido considerado (según los medios de
comunicación) el ser político que más ha cedido su imagen a un partido, como de
la U con
"U" de Uribe, y el Uribe Centro Democrático. El
llamado “Doctor Uribe”, con su nombre popular está desmarcando las
oportunidades de otros candidatos, por las próximas elecciones presidenciales
2014; pues para muchos, el hecho es precisamente contraproducente para el
actual gobierno de Juan Manuel Santos.
No existe manera clara de descifrar cuáles son realmente las
finalidades de Uribe, pues relativamente tendríamos que observar sus
intenciones de extrema derecha, (inclinación bastante curiosa, pues su partido
dice “Centro Democrático”, ¿sería ésta una ideología concisa?...) durante un
gobierno de 8 años, que generó por un lado, factores aprobables y por otro; rechazos
masivos por miles de Colombianos.
En el 2002, un tercio del país estaba en manos de la
guerrilla, otro tanto bajo el dominio del paramilitarismo y también en buena
parte por el narcotráfico. Para el año 2010, cuando Álvaro Uribe deja la
presidencia, Colombia había recuperado sus rutas para circular con libertad,
habían bajado en un 43% los
homicidios, se habían reducido las áreas
de cultivo de coca en un 70% y los secuestros que amenazaron sobre muchísimos
años a cualquier Colombiano, no solo de clase alta, sino de clase media, se
habían reducido en un 90%; según datos que reveló la Presidencia de la
República de Colombia en el año 2009. Pero tanto atractivo, no puede ser tan
estupendo, también se evidenciaron factores influyentes en el desarrollo y
proceso sociopolítico en Colombia. El
intercambio humanitario; la seguridad democrática, los escándalos sobre los
denominados “falsos positivos”, caso que después de 4 años no se ha visto del
todo ajusticiado, e incluso, la implantación de zonas militares
de este mismo estado imperialista en nuestro país; son tan solo, uno de los propósitos que se convirtieron
en ejes de discusión en su momento, y que con llevaron a manifestaciones masivas
a nivel nacional. Hechos nacientes, por el Uribismo al querer dar “punto final”
a la existencia de los estos grupos insurgentes.
Por otro lado, los actuales eventos
que giran alrededor de los últimos años, clasifican al presidente Santos en una
situación crítica, pues su popularidad ha bajado, desde los recientes paros
agrarios y educativos que se presentaron en Agosto y parte de Octubre de este
año. Y es que las últimas noticias sobre Colombia, no acaban. Por un lado, el
gobierno anunció, la intensión de un inicio del proceso de paz, suceso que ya
cumplió un año, y que busca soluciones pacíficas por medio del diálogo con las “narcoguerrillas”
de las FARC.
Sin embargo, si nos detenemos a
mirar, lo que sucede en el ámbito político, en las decisiones del gobierno, en
la inclusión de los miembros de este grupo armado a un puesto en el curul del
congreso, además, de la consolidación misma de una democracia oportuna, determinaríamos
que el conflicto en Colombia podría lograr una cambio progresivo; pero el
expresidente Uribe desde el inicio del proceso, ha mostrado su desencanto paisa
con esta decisión.
No pretendo mostrarme Santista, ni
tampoco Uribista. A partir de la encuesta
bimestral de Gallup correspondiente a octubre revela que la imagen del
presidente Santos, también experimentó en un lapso de apenas 6 meses una
rotunda caída de popularidad de niveles del 60%, pasando a un estado por debajo
del 50% y 48% hacia el mes de Julio. El 60% de colombianos, desaprueban la
política de lucha contra la inseguridad en el país. ¿Será que Santos lanzó esta
estrategia para mejorar su imagen y así, dar un golpe de efecto?
El tema de la imagen ha sido una
manera de direccionar el control del gobierno, probablemente, se valió del
Gobierno de Uribe para mostrar la noción de relación entre el gobierno y la
guerrilla; o quizás para buscar alternativas de transformación de la realidad
que viene desde hace 60 años del conflicto en el país.
Realmente, no es totalmente justo que una persona entre a participar
políticamente, o a ser diligente político cuanto tiene unos antecedentes
netamente delictivos. Todos
queremos la paz, anhelamos la libertad y por qué no, radicalizar con la
impunidad en general. Por esto, existen personas que prefieren ver a los
bandidos de las FARC haciendo política, que cometiendo actos terroristas, y es
precisamente la perspectiva del gobierno actual, independientemente de su
estrategia presidencial.
La participación política, y la democracia participativa,
debe intensificarse cada vez más en nuestro país. El diálogo es el método
necesario para ingresar previamente a la vida civil, para optar por un cambio
social y alternativo, con condiciones asertivas y proporcionadas en la cuestión
de ciudadanía y justicia social, que enmarca el derecho humano a la información
y la comunicación, a la inclusión social y a las vías de paz.
Propiamente, se debe tomar el riesgo deliberante de
participación y corresponsabilidad en la toma de decisiones del gobierno con
las FARC; si somos un pueblo democrático, diría que precisamente Uribe,
“extremista estratega” se equivoca democráticamente, cuando se tiene a Gustavo
Petro como actual alcalde de Bogotá, a Antonio Navarro Wolff, ex guerrillero
del M-19, copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, ministro,
congresista, alcalde y gobernador, al igual que a León Valencia, exguerrillero del
ELN y quién dirige la Fundación Nuevo Arco Iris.
Bajo la constitución, ni la
interpretación de la corte institucional, no se permite que Uribe vuelva a ser
candidato; sin embargo, aquí lo vemos con su sombreo aguadeño e impulsando a su
representante político Oscar Iván Zuluaga, con un lado oscuro sobre los hechos
trascendentales de paramilitares. ¿Es entonces posible que Uribe con su extrema derecha,
conspirador permanente contra Venezuela, hablando con la extrema derecha,
ahuyentando la inversión de Estados Unidos, continúe polarizando el país con su
perspectiva de “seguridad democrática”?
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