martes, 10 de junio de 2014

Columna de Opinión

05-03-2014
DE MANOS UNIDAS A CONTRICANTES: EL DILEMA DE LA PAZ

Por: Gloria Sandoval

Por estos días, se ha dado de que hablar sobre el expresidente Álvaro Uribe Vélez, especialmente por su participación en el Partido Centro Democrático. El hombre del inmemorable lema “Trabajar, trabajar y trabajar”, ha sido considerado (según los medios de comunicación) el ser político que más ha cedido su imagen a un partido, como de la U  con "U" de Uribe, y el Uribe Centro Democrático. El llamado “Doctor Uribe”, con su nombre popular está desmarcando las oportunidades de otros candidatos, por las próximas elecciones presidenciales 2014; pues para muchos, el hecho es precisamente contraproducente para el actual gobierno de Juan Manuel Santos. 

No existe manera clara de descifrar cuáles son realmente las finalidades de Uribe, pues relativamente tendríamos que observar sus intenciones de extrema derecha, (inclinación bastante curiosa, pues su partido dice “Centro Democrático”, ¿sería ésta una ideología concisa?...) durante un gobierno de 8 años, que generó por un lado, factores aprobables y por otro; rechazos masivos por miles de Colombianos.

En el 2002, un tercio del país estaba en manos de la guerrilla, otro tanto bajo el dominio del paramilitarismo y también en buena parte por el narcotráfico. Para el año 2010, cuando Álvaro Uribe deja la presidencia, Colombia había recuperado sus rutas para circular con libertad, habían bajado en un 43%  los homicidios,  se habían reducido las áreas de cultivo de coca en un 70% y los secuestros que amenazaron sobre muchísimos años a cualquier Colombiano, no solo de clase alta, sino de clase media, se habían reducido en un 90%; según datos que reveló la Presidencia de la República de Colombia en el año 2009. Pero tanto atractivo, no puede ser tan estupendo, también se evidenciaron factores influyentes en el desarrollo y proceso sociopolítico en Colombia. El intercambio humanitario; la seguridad democrática, los escándalos sobre los denominados “falsos positivos”, caso que después de 4 años no se ha visto del todo ajusticiado, e incluso, la implantación de zonas militares de este mismo estado imperialista en nuestro país; son tan solo, uno de los propósitos que se convirtieron en ejes de discusión en su momento, y que con llevaron a manifestaciones masivas a nivel nacional. Hechos nacientes, por el Uribismo al querer dar “punto final” a la existencia de los estos grupos insurgentes.

Por otro lado, los actuales eventos que giran alrededor de los últimos años, clasifican al presidente Santos en una situación crítica, pues su popularidad ha bajado, desde los recientes paros agrarios y educativos que se presentaron en Agosto y parte de Octubre de este año. Y es que las últimas noticias sobre Colombia, no acaban. Por un lado, el gobierno anunció, la intensión de un inicio del proceso de paz, suceso que ya cumplió un año, y que busca soluciones pacíficas por medio del diálogo con las “narcoguerrillas” de las FARC.

Sin embargo, si nos detenemos a mirar, lo que sucede en el ámbito político, en las decisiones del gobierno, en la inclusión de los miembros de este grupo armado a un puesto en el curul del congreso, además, de la consolidación misma de una democracia oportuna, determinaríamos que el conflicto en Colombia podría lograr una cambio progresivo; pero el expresidente Uribe desde el inicio del proceso, ha mostrado su desencanto paisa con esta decisión.  

No pretendo mostrarme Santista, ni tampoco Uribista. A partir de la encuesta bimestral de Gallup correspondiente a octubre revela que la imagen del presidente Santos, también experimentó en un lapso de apenas 6 meses una rotunda caída de popularidad de niveles del 60%, pasando a un estado por debajo del 50% y 48% hacia el mes de Julio. El 60% de colombianos, desaprueban la política de lucha contra la inseguridad en el país. ¿Será que Santos lanzó esta estrategia para mejorar su imagen y así, dar un golpe de efecto?

El tema de la imagen ha sido una manera de direccionar el control del gobierno, probablemente, se valió del Gobierno de Uribe para mostrar la noción de relación entre el gobierno y la guerrilla; o quizás para buscar alternativas de transformación de la realidad que viene desde hace 60 años del conflicto en el país.
Realmente, no es totalmente justo que una persona entre a participar políticamente, o a ser diligente político cuanto tiene unos antecedentes netamente delictivos. Todos queremos la paz, anhelamos la libertad y por qué no, radicalizar con la impunidad en general. Por esto, existen personas que prefieren ver a los bandidos de las FARC haciendo política, que cometiendo actos terroristas, y es precisamente la perspectiva del gobierno actual, independientemente de su estrategia presidencial.

La participación política, y la democracia participativa, debe intensificarse cada vez más en nuestro país. El diálogo es el método necesario para ingresar previamente a la vida civil, para optar por un cambio social y alternativo, con condiciones asertivas y proporcionadas en la cuestión de ciudadanía y justicia social, que enmarca el derecho humano a la información y la comunicación, a la inclusión social y a las vías de paz.
Propiamente, se debe tomar el riesgo deliberante de participación y corresponsabilidad en la toma de decisiones del gobierno con las FARC; si somos un pueblo democrático, diría que precisamente Uribe, “extremista estratega” se equivoca democráticamente, cuando se tiene a Gustavo Petro como actual alcalde de Bogotá, a Antonio Navarro Wolff, ex guerrillero del M-19, copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, ministro, congresista, alcalde y gobernador, al igual que a León Valencia, exguerrillero del ELN y quién dirige la Fundación Nuevo Arco Iris.

Bajo la constitución, ni la interpretación de la corte institucional, no se permite que Uribe vuelva a ser candidato; sin embargo, aquí lo vemos con su sombreo aguadeño e impulsando a su representante político Oscar Iván Zuluaga, con un lado oscuro sobre los hechos trascendentales de paramilitares. ¿Es entonces posible que Uribe con su extrema derecha, conspirador permanente contra Venezuela, hablando con la extrema derecha, ahuyentando la inversión de Estados Unidos, continúe polarizando el país con su perspectiva de “seguridad democrática”?                        

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